Nuestro consumo desenfrenado de música y su constante evolución

Nuestro consumo desenfrenado de música y su constante evolución

Actualmente escuchamos (mucha) más música que nunca

No cabe duda que consumimos una cantidad inimaginable de contenido musical. Para darnos una idea, en 2022 se calculó que existen 616 millones de suscriptores a diversas plataformas de streaming y se transmitieron 2.74 trillones de canciones.

Spotify encabeza las listas con 187 millones de usuarios a nivel mundial. También el servicio de streaming más popular en México (el 85% de usuarios mexicanos lo elige).

Desde que surgió la popularización de los videoclips en los años 80 y 90, la cultura pop estalló en todas partes. Desde entonces, no hemos dejado de buscar maneras de conectar con nuestros ídolos y musicalizar nuestro día a día.

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La industria evoluciona a paso acelerado para ofrecernos formas dinámicas y creativas de llevar las canciones que amamos a donde queramos. Hemos pasado por vinilos, cassettes, walkmans y CDs para llegar a iPods — un parteaguas en almacenamiento y versatilidad —, y  más recientemente smartphones. 

Del vinilo al streaming, ¿todo ha sido para bien?

Es interesante pensar que hasta hace relativamente poco, la música grabada no existía. Sin embargo, ha evolucionado con gran rapidez su papel en la cotidianidad humana. Aunque es verdaderamente increíble disfrutar del streaming y la tecnología inalámbrica prácticamente donde sea

La industria también ha tomado decisiones que no siempre priorizan a los artistas. Ante esto, es probable que se esté derivando hacia una percepción de la música como temporal y desechable, al igual que quienes la crean. 

A muchos nos ha sorprendido saber que Spotify paga solamente 4000 dólares por cada millón de streamings. Circunstancia que claramente desfavorece a artistas independientes con públicos pequeños o de nicho. 

Por otro lado, las compañías depredan el éxito inmediato; si bien siempre han existido los fenómenos efímeros que pasan de encantar masas a empolvarse en el olvido, hoy, más que nunca, el consumo es acelerado, despiadado y algunas veces impredecible

Viralidad: cura o enfermedad

Muchas canciones se viralizan repentinamente después de aparecer en series o TikToks, algunas después de años o décadas de entrar al mercado. Un ejemplo reciente es el tema Makeba, de la artista francesa Jain, que estalló en los charts después de viralizarse tremendamente en TikTok. 

Pocos saben que la canción se refiere a Miriam Makeba, una activista, actriz y compositora sudafricana con una historia profunda y compleja.

También surgen ídolos espontáneos como Peso Pluma o Kenia OS. Aunque mucho se comenta sobre las habilidades que una estrella musical debe encarnar, existe un inmenso público que les adora. 

No es descabellado pensar que hay más espacio para conectar individualmente con la música y que podemos explorar un sinfín de propuestas distintas. Lo que nos ofrece un panorama un poco más honesto y menos limitado que anteriormente, pero que devora contenido y lo escupe velozmente. 

Escuchar o consumir, esa es la cuestión

Es verdad que la arena musical es mucho más versátil que antes; las disqueras han perdido el control absoluto sobre lo que escucha la audiencia. Cada uno de nosotros es libre de crear y compartir creaciones originales con el mundo, un mundo sediento de temas frescos y memorables

Quizá sea momento de detenernos a analizar un poco lo que escuchamos, de tomarnos el tiempo de disfrutar verdaderamente la música y cuestionar el privilegio de tenerla a nuestro alcance en cada momento.

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