El barrio aguanta vara

El barrio aguanta vara

La segunda colonización de México

Nómadas digitales y extranjeros encontraron en Latinoamérica y particularmente en México una opción económica y cultural ideal lejos del encarecimiento de sus lugares de origen. Sin embargo, miles de personas que viven en las ciudades más importantes del país, viven a diario las consecuencias de su llegada

Como consecuencia de esto, los desplazamientos urbanos, sobre todo de las comunidades o grupos sociales más vulnerados y el encarecimiento de la vida en todos sus ámbitos, han llevado a generar un descontento generalizado.

Foto: Aristegui Noticias

Así, ha comenzado un conflicto que contrapone a la gentrificación vs. la resistencia que oponen los barrios de las diferentes ciudades del país que sufren esta problemática: Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Mérida, San Miguel de Allende, son sólo algunas de ellas.

Pero antes, ¿de qué estamos hablando? 

Cuando hablamos de gentrificación, nos referimos al concepto que permite explicar los procesos de regeneración urbana que resultan en el aumento de precios del suelo y el desplazamiento de poblaciones de menos ingresos, regularmente del centro a la periferia.

Esta “transformación” del barrio y de la vivienda también conlleva implicaciones culturales que rompen con la esencia, la tradición y los estilos de vida de las personas de un determinado territorio. Como lo establece Andrej Holm, uno de los principales investigadores sobre la gentrificación en Alemania:

“La gentrificación es cualquier proceso de revalorización de una parte de una ciudad, ligado a estrategias inmobiliarias y económicas de puesta en valor y/o a estrategias políticas de revalorización, que requieren un cambio de población para tener éxito. La expulsión es la esencia de la gentrificación, no un efecto colateral no deseado”.

Holm, Andrej, «Gentrification» 

El principal problema: la conceptualización

Con la popularización del término ‘gentrificación’, tardó poco en aparecer otro que surge de las mismas problemáticas: la turistificación. Si bien ambos van de la mano, no necesariamente son lo mismo. 

Ilustración: ℑ𝔰𝔞𝔟𝔢𝔩 𝔒𝔩𝔤𝔲𝔦𝔫. / Instagram: @caprina.sextus

La turistificación engloba la idea de los cambios que un sitio sufre debido a los efectos del turismo. Mientras que la ‘gentrificación’, está más ligada a políticas de “rehabilitación” o “revivificación” de un espacio y tiene tintes políticos y económicos.

Por eso, si a nivel discursivo nos enfocamos en los efectos, la gentrificación parece una turistificación. En cambio, si nos centramos en definir el problema desde sus raíces, como un problema neoliberal que da a la ciudad y a los barrios un trato de mercancía a partir de una “rehabilitación”, entenderemos de fondo a la gentrificación y por ende,  las acciones para comenzar a tratarla cambian drásticamente.

Foto: Mario Marlo

Comúnmente, el error que se suele cometer cuando se habla de gentrificación es que los discursos alrededor de ella se centran en los cambios en los hábitos de consumo y en los estilos de vida. Sin embargo, este no es el problema en sí, son síntomas del mismo. Para abordarla es necesario ahondar en las causas político-económicas discriminatorias que la generan.

Existen sobre todo dos discursos sobre la gentrificación:el primero la ve desde el punto de vista negativo, es decir, ahonda precisamente sobre los efectos que esta tiene sobre los barrios: segregación, encarecimiento, discriminación, pérdida del tejido social y “blanqueamiento de los hábitos y tradiciones”.

Mientras que el segundo, la ve como un proceso positivo que ayuda a “rehabilitar” y “mejorar” la ciudad. Según expertos como Lisa Voller, esto se logra a partir de la personificación de los barrios. Es decir: existen barrios buenos y barrios malos, son estos segundos los que hay que mejorar. ¿Cómo? Expulsando a sus habitantes.

Sin embargo, un barrio no es sólo un espacio. Los barrios son las personas y la red de vínculos y experiencias que los conforman. Rehabilitar la ciudad es sólo embellecer el lugar físico. Además, este “embellecimiento” siempre está en función de las estéticas dominantes, lo que borra por completo las identidades y expresiones propias de cada barrio. 

El despertar de los barrios

En Ciudad de México, también hemos visto cómo el gobierno emprende acciones que apuntan más hacia un blanqueamiento de la ciudad en aras de atraer a más extranjeros, que en garantizar una vivienda y ciudad digna para todxs. 

Lo hemos visto representado por el retiro de rótulos, campañas en contra de congregaciones habituales como los sonideros en ciertas plazas públicas y en el aumento de viviendas turísticas tipo Airbnb (de 2000 a 2020 hubo un aumento del 234% en este tipo de espacios en la ciudad). 

Por su parte, las resistencias de los barrios se ven de muchas maneras, desde iniciativas por redes sociales, hasta talleres que buscan activar a artistas locales en la búsqueda de la creación de espacios y acciones que visualicen al barrio y a sus habitantes.

Resistencia Huentitán, en Guadalajara; el Movimiento Urbano Popular y la Red de Desalojados, 0600 Plataforma Vecinal y Observatorio del Centro Histórico, en la Ciudad de México; los movimiento en defensa de “La Indepe”, en Monterrey; son sólo algunas de las organizaciones vecinales que se han fortalecido para exigir al gobierno que regule la vivienda y el derecho a la ciudad en todo México. 

Los barrios resisten porque viven. La esencia de sus habitantes resiste ante una realidad que continuamente busca invisibilizarlos y expulsarlos de los espacios que han creado a partir de habitarlos. 

Esto ha generado que las organizaciones vecinales abran la conversación sobre el derecho y regulación de la vivienda, sus efectos y la necesidad de encontrar soluciones, tanto en México como en el mundo. 

El barrio aguanta vara

La ciudad no es una mercancía, es un espacio que debe ser habitado por todas las personas que en él se congregan. Estas, son quienes dan vida a los barrios y hacen que cada ciudad tenga su espíritu. 

Sin las personas, no hay ciudades. Es así. Por eso es necesario que se impulsen y sigan visibilizando los movimientos vecinales. Pero no hay que dejarlos solos. 

Organizaciones y academia pueden unir fuerzas para que las exigencias de una vivienda y ciudad digna sean atendidas por las instituciones que tienen la capacidad de regular las políticas necesarias para lograr democratizar los espacios de una manera más igualitaria y accesible. 

Los barrios aguantan vara por sus residentes. Larga vida a los barrios. 

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